¡Ante la pobreza, exigimos compartir!

«¡Socorro, amigos!» fueron las primeras palabras del llamamiento del Abbé Pierre, fundador de las comunidades Emaús, dirigido al pueblo francés en febrero de 1954. Ese llamamiento desató una insurrección de la bondad y de la inteligencia sin precedentes, confrontando así a los responsables políticos con su pasividad ante el contexto de gran pobreza y precariedad de la vivienda.

Hoy, apenas estamos poniéndonos de nuevo en pie tras una terrible crisis, que ya se ha cobrado cinco millones de vidas y ha revelado con crudeza la envergadura de las desigualdades en el mundo. Y ya estamos cayendo en los mismos errores, el mismo egoísmo que nos lleva a la locura, que permite a un puñado de multimillonarios viajar al espacio, mientras que miles de millones de personas en la Tierra no tienen acceso a una vacuna ni, muchas veces, a todo lo demás…

Ante el alcance de esta crisis no basta con ser generosos. ¡Es necesario compartir, ahora, sin más tardar! Lanzamos, pues, un nuevo llamamiento, porque el inmobilismo de la clase política ante la pobreza, el aumento sin precedentes de las desigualdades y la destrucción del medio ambiente nos instan —con la misma urgencia que en 1954— a actuar y a llamar a la acción. Cuando más de quinientos millones de personas se ven obligadas a vivir con menos de dos dólares al día, no se puede seguir aplazando el cambio. La pandemia ha revelado la magnitud de las disfunciones y de la quiebra del sistema actual. A base de ir cediendo, sin oponer ningún tipo de resistencia, a los señuelos del neoliberalismo, los poderosos de este mundo han desinvertido en servicios públicos de salud y educación, han deslocalizado la producción e instaurando una mercantilización sin límites de todo lo que contribuye a satisfacer nuestras necesidades básicas. Esos mismos poderosos no dudaron ni un segundo en basarse en el sentido del deber de la clase trabajadora en primera línea, ya precarizada y agotada, y en la capacidad de supervivencia de las poblaciones abandonadas a su suerte, a falta de servicios públicos en buenas condiciones.

«¡Socorro, amigos!» Juntos, ¡hagamos que resuenen nuestras voces para volver a situar el interés general en el centro de las políticas públicas!

Es el primer requisito para luchar eficazmente contra la pobreza. Porque la pobreza no es una fatalidad ni un mal inevitable, sino el resultado de décadas de renuncia de la clase política ante el mundo todopoderoso de las finanzas. El triunfo del lucro por encima de todo nos ha acostumbrado a vivir en un mundo violento, donde el individualismo, la pobreza y la destrucción de la naturaleza se han convertido en algo común y corriente.

«¡Socorro, amigos!» Juntos, ¡hagamos que resuenen nuestras voces para replantear y resituar la economía al servicio de los seres humanos y de su entorno!

Es el segundo requisito para luchar eficazmente contra la pobreza. Existen otros modelos económicos, que permiten pasar de una economía de consumo excesivo para unos pocos a una vida sostenible para todas y todos. Sabiendo que existen modelos alternativos, ¡urge el despertar de nuestra inteligencia humana colectiva! Combatir la pobreza implica transformanos y transformar el sistema que la produce. ¡Juntos, podemos hacer posible lo deseable!

«¡Socorro, amigos!» Juntos, ¡exijamos que se implique a las personas excluidas para que tengan un lugar de pleno derecho en nuestra sociedad! 

El poder aleja a quienes lo poseen del sufrimiento humano. Nuestro futuro depende de nuestra capacidad de construir colectivamente y de forma solidaria junto con las personas excluidas. Debemos tomar conciencia y cuidar nuestra interdependencia.

¡Urge actuar con pragmatismo y eficacia!

Por el medio ambiente, la dignidad humana, la justicia social y el futuro de la democracia.

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