Regreso

La economía social y solidaria debe elaborar sus propias reglas

La economía social y solidaria debe elaborar sus propias reglas

Profesor del Conservatorio Nacional de Artes y Oficios de París, Jean-Louis Laville, explica que la economía social y solidaria tiene que liberarse del sistema capitalista e inventar nuevas formas de actuar, con miras a una transición hacia un modelo que permita preservar el planeta. 

¿Qué cambios traen las crisis actuales para el mundo laboral? 

Jean-Louis Laville: La primera lección de nuestra época es que el capitalismo lucrativo dominante es inviable por definición. Se basa en el principio de una expansión infinita, lo cual es incompatible con las limitaciones geofísicas, acentuando así las desigualdades sociales. Es un sistema que funciona agotando los recursos naturales y humanos. 

Por consiguiente, resulta vital —en el sentido más literal del término— legitimar otras formas económicas, negadas durante todo el siglo pasado, cuando, en realidad, la mitad de la humanidad vive al margen del capitalismo lucrativo, en la invisibilidad. 

¿La economía social y solidaria es un nicho o puede llegar a ser una modalidad dominante de la economía? 

Soy crítico con ciertas formas de economía social y solidaria que se han esforzado en ganarse el respeto del sistema dominante, en el que cultivan su característica de nicho, lo cual carece de interés. Incluso se ven tentadas a tender hacia un capitalismo con pretensiones sociales, que se limita a corregir los excesos del capitalismo convencional. No creo en absoluto en esto. El ejemplo más ilustrativo es el de Danone, que ha «escuchado a la sociedad» durante años, hasta convertirse en una empresa «con una misión social y medioambiental». Resultado: los inversores que defienden el rendimiento a corto plazo han «echado» a la dirección, con un plan de despidos masivo, sin mayor concertación que en otras empresas. 

¡Dejemos, pues, de pintar de rosa el oscuro capitalismo! La economía social y solidaria no tiene que aplicar las reglas de este sistema, que solo se rige por el rendimiento y la eficiencia económica, sino que ha de construir sus propias normas, teniendo en cuenta la interdependencia de la economía con la sociedad y la naturaleza. Este modelo está creciendo cada vez más, ampliando la cooperación entre sus partes implicadas y creando redes territoriales. 

Usted trabaja con ese nuevo paradigma llamado «transición». ¿Cuáles son sus principales características? 

Nuestro tema común, hoy día, es la preservación del planeta y de los seres que lo habitan. Al mismo tiempo, el principio de ruptura que promovía el pensamiento del siglo XX ya no resulta pertinente, puesto que no se trata de cambiar lo existente, sino de preservarlo. Hay que adoptar un nuevo rumbo. La economía social y solidaria es una de las pocas tentativas concretas de dar ese giro indispensable. Precisamente por eso no se tiene que concebir como un nicho que no cuestiona el marco institucional, sino como una manera de experimentar, de evaluar la experiencia, de aprender las lecciones que fomentan la acción, para avanzar y aspirar a ser aceptable como política pública. Las iniciativas que se suman a esta visión, más numerosas que nunca, también aportan respuestas a la crisis democrática. Actúan como una mutación de la ciudadanía: no se trata de desapegarse de la política, sino de practicarla de otra forma, a través de la acción que construye la transición.