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Los actores del comercio justo, vectores de políticas públicas modernas

Los actores del comercio justo, vectores de políticas públicas modernas

Según la presidenta de la Organización Mundial del Comercio Justo, el comercio justo demuestra la pertinencia de los valores de solidaridad y ética económicas para con los más vulnerables. 

¿Cuáles son los principales avances del comercio justo en respuesta a las múltiples crisis que atraviesa el mundo?  

Roopa Mehta: Recordando nuestro eslogan de los años 70 —Comercio justo, ¡no caridad!— e intentando evaluar nuestro impacto con respecto al mismo, puedo decir que uno de los mayores avances es haber prestado atención a las personas marginadas de nuestra sociedad (campesinos y campesinas vulnerables, artesanos y artesanas modestas, poblaciones pobres, etc.). Nuestro movimiento ha obrado por su seguridad económica y por la justicia social. Estos grupos desfavorecidos o discriminados son el corazón de nuestra acción, que sigue sosteniéndose. El comercio justo ha creado un entorno propicio para su estabilidad; sus actoras y actores consiguen mantenerse de manera sostenible, en un contexto de economía globalizada muy arduo. Igualmente, el comercio justo es un mecanismo que fomenta el desarrollo de las personas, actuando a largo plazo. 

La WFTO tiene presencia en setenta y seis países. ¿Han observado algún impacto de las acciones de sus miembros en las políticas públicas? 

Hemos inducido cambios progresivos. Ha habido éxitos puntuales, pero visibles, como esas ciudades inglesas que se declaran zonas de comercio justo. Este tipo de apoyo influye en el espacio público. Nuestra incidencia política ha permitido dar pequeños pasos.  

Sin embargo, no me atrevería a afirmar que hemos obtenido cambios sustanciales en las políticas públicas a nivel mundial. Definiría de otro modo la capacidad de influencia del comercio justo: ante todo, reside en la concienciación que se ha producido en las personas, que comprenden que pueden cambiar su situación. Hemos creado una comunidad cada vez mayor de personas comprometidas, a menudo jóvenes, que hacen uso de las redes sociales para difundir nuestras prácticas a gran escala. Los tiempos cambian, la conciencia colectiva va creciendo.  

¿Hasta qué punto consiguen las organizaciones de comercio justo perturbar el sistema económico dominante?  

En los dos últimos años, tan agotadores para la economía y la sociedad, el movimiento del comercio justo ha demostrado su solidaridad y su resiliencia. Hemos aguantado gracias al férreo compromiso de nuestras comunidades. Se han producido pocas quiebras, sobre todo porque, muchas veces, estos actores y actoras han demostrado su capacidad de sacrificar sus beneficios para sobrevivir. Este modelo, basado en la transparencia, en los circuitos cortos y en los productos de calidad, constituye una red de seguridad. Todavía más con la pandemia de Covid-19, porque el comercio justo ha ampliado su influencia al hacerse cargo de la cuestión sanitaria. Nadie sabe cuánto tiempo va a durar la crisis. Igualmente, dado que la gente tiene que salir de casa en un momento dado, hemos convertido algunas unidades de producción en entornos de trabajo saludables para las personas. Estamos estudiando también las posibilidades que nos brinda el teletrabajo (localizado, por supuesto). Porque las empresas del viejo modelo de globalización, que deslocalizan el empleo guiadas por el lucro y la competitividad, no son sostenibles. Han cancelado pedidos, contratos, colaboraciones… Esto no se ha producido en el comercio justo. Son «nuestros» grupos (consumidores, ciudadanos, actores de incidencia política, etc.) los que van a desechar este sistema, actuando como vectores modernos de políticas públicas, allá donde los gobiernos no tienen ninguna prisa por afrontar los viejos métodos. Ese es el cambio económico y social que se anuncia.