Proteger el agua del alcance de la tecnología, de las finanzas y de los mercados

A partir de los años 90, al dejar la gestión del agua ampliamente en manos del sector privado, los Estados se han ido despojando de su capacidad de gestionar, en defensa del interés general, este bien común esencial para la vida, explica Riccardo Petrella, economista y politólogo italiano.
La gestión del agua por el sector privado recibe elogios por su profesionalidad. ¿Es esta una ventaja decisiva?
Riccardo Petrella: Si eso fuese cierto, a los países escandinavos, que están a la vanguardia de las políticas sociales, se les tacharía de ineficaces por haber apostado durante setenta años por una gestión pública del agua (y también de la tierra, de la educación…) y haberla dejado prácticamente por completo en manos de la ciudadanía. La idea de que la «profesionalidad» del sector privado constituye una ventaja está hoy totalmente desacreditada. En realidad, ¿en qué consiste esa supuesta competencia de las empresas privadas? Pues en un despliegue tecnológico e industrial que responde, ante todo, a los intereses económicos, a los que no les preocupa lo más mínimo la importancia vital que tiene el agua para la población.
A veces nos limitamos a reivindicar que el agua se reconozca como un bien común. ¿Basta con eso?
No. También hay que abordar su gestión. Como consecuencia de la desregulación y de la globalización de la economía, cada vez se tiende más a privatizar el Estado y sus servicios y se transfiere el poder a entidades privadas. Así pues, la gestión de las condiciones de vida, que debería ser de interés general, queda fuera del alcance de los poderes públicos. El agua, que es un recurso vital, ha de considerarse un bien público cuya gestión corresponde a la colectividad, porque ¿quién puede administrar un recurso mejor que la comunidad de sus propios beneficiarios? Por eso, yo ni siquiera diría que una gobernanza ciudadana sea beneficiosa: es que, sencillamente, es «inevitable».
¿Pero no se está volviendo hoy en día en cierto modo a la gestión local, en las ciudades y en los territorios?
Sí, pero puede ser un fenómeno engañoso. Hace tiempo que los oligopolios entendieron que es necesario adaptarse a las particularidades locales. Pero no confundamos la «gestión local» con las «alternativas ciudadanas». Si la tecnología, las finanzas y los mercados siguen manteniendo su poder, no avanzaremos. Este falso «carácter local» puede impulsar el establecimiento de normativas técnicas en ámbitos como la protección de los recursos, el reciclaje de las aguas residuales, la facturación, etc. Sin embargo, mientras continuemos bajo el dominio de las patentes, por ejemplo en el caso de la depuración del agua, y mientras la lógica de las finanzas se siga imponiendo en los modelos económicos, no podremos hablar de una verdadera gestión participativa y ciudadana del agua en beneficio de la población.