Derroche de los recursos, creación de necesidades artificiales, obsolescencia programada, consumo excesivo, proliferación de los residuos, entre otros, son síntomas de una economía de mercado que solo se centra en su propia perpetuación, en beneficio de unos pocos. Sin embargo, existe otro tipo de economía que pretende ser de provecho a todo el mundo, respetar a cada persona y tener en cuenta la sostenibilidad del planeta.
En la economía ética y solidaria, es precisamente esta visión social del buen vivir la que nos guía, y no el lucro. A través de otros modelos de producción y consumo, los actores que defienden esta visión de la economía preteden situar el trabajo al servicio de la dignidad y de la emancipación, favorecer la participación de las partes implicadas, compartir los recursos, los conocimientos y las riquezas e inventar una gobernanza inclusiva y democrática.
Si queremos construir una economía al servicio del ser humano y de su entorno, es crucial reconocer a los actores y actoras de la economía ética y solidaria y darles prioridad, sobre todo para promover respuestas solidarias y una ciudadanía activa.
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