La acogida digna es el principio fundador del movimiento desde sus inicios. Poniéndolo diariamente en práctica, contribuimos a reparar el caos de este mundo. 

El origen de esta convicción transformadora de Emaús radica en un acontecimiento fundacional. Corre el año 1949. George es un expresidiario. Quiere quitarse la vida y acude al Abbé Pierre para pedirle ayuda. El Abbé Pierre le abre la puerta sin dudar, sin hacerle ninguna pregunta y le pide que le ayude «a ayudar a los demás»

En este gesto de acogida digna e incondicional reside la singularidad del movimiento: si alguien llama a nuestra puerta para pedir ayuda, le abrimos sin hacerle preguntas, sin discriminación y respetando su dignidad.i Para animar a la persona a recuperarse, le proponemos participar en un proyecto que le ayudará a responsabilizarse, en concreto apoyando a otras personas que viven situaciones similares. De esta virtuosa visión de la acogida nacieron las comunidades Emaús en Francia y en distintas partes del mundo. 

Para no olvidar nunca la responsabilidad de mirar alrededor y de no ignorar las nuevas formas de sufrimiento, el Abbé Pierre utilizaba la imagen de la ventana rota. 

«Dejen siempre una ventana rota en sus mundos tranquilos para escuchar los quejidos del exterior», solía decir. 

Hoy, Emaús sigue desempeñando ese rol de vigía de la precariedad y la exclusión que socavan nuestras sociedades.  La acogida incondicional se ha convertido en nuestro estandarte político:  impulsada por el deseo de encuentro, fomenta el mestizaje de las personas y contribuye a «construir la sociedad» desde la corresponsabilidad. Rompiendo con el individualismo y el consumismo que nos rodean, la acogida que practicamos y defendemos aporta consuelo y fraternidad ante las desigualdades y las injusticias.  

Esta visión transformadora —pilar del movimiento en todas sus latitudes— es más que una esperanza: ¡es una respuesta posible a las crisis sanitarias, sociales, económicas y ecológicas que atravesamos! Acoger y hacer partícipes a las personas vulnerables para que tengan un lugar de pleno derecho en la sociedad es, sin duda, una condición esencial para salir de la pobreza. Asimismo, es un paso ineludible para combatir las formas futuras de exclusión.