Gracias a la actividad de recogida de residuos y de reciclaje que llevan a cabo numerosos grupos en el mundo, las compañeras y los compañeros de Emaús pueden encontrar su lugar en la sociedad, organizarse, volver a apropiarse sus derechos fundamentales y ayudar, a su vez, a personas más vulnerables. El ser humano es el corazón de este modelo, aunque las décadas de prácticas de estos grupos han hecho que nuestro movimiento sea reconocido también por su utilidad medioambiental. 

Las comunidades Emaús nacieron como lugar de acogida para personas «sin derechos», excluidas de todos los circuitos institucionales de atención y apoyo. En ellas, la reconquista de su dignidad y de su autonomía siempre ha sido una prioridad. La actividad central —recogida y valorización de residuos y desechos— es accesible a todo el mundo, lo cual facilita la reinserción. 

El principio de la acogida incondicional, que proporciona techo y comida, va acompañado de una condición: participar en las actividades económicas y en la vida de la asociación. Sin embargo, este modelo de trabajo y de vida en comunidad no figuraba en el marco clásico del derecho laboral, que se centra en la noción de contrato y en una relación de subordinación. Por lo tanto, ante esta situación, una de las batallas de Emaús en Francia ha sido la de conseguir que los compañeros y las compañeras disfruten de los derechos sociales: en los años 70 se dio un primer paso en esta dirección, antes del reconocimiento de pleno derecho, en el año 2008, del estatus de compañera y compañero. 

Desde los años 80 se está llevando a cabo otra batalla: la creciente preocupación por el medio ambiente ha ido de la mano con obligaciones legales cada vez mayores para las administraciones locales y las empresas (descontaminación, recogida, reciclaje), lo cual ha dado lugar a un sector económico en auge, en el que prosperan actores de gran envergadura. Ante la amenaza de marginación de sus actividades de chatarrería y recogida de materiales textiles usados, los grupos Emaús han tenido que defender su lugar en este sector. Así es como se produjo un cambio de actividad: la recogida de materiales, sometida a una fuerte competencia, se convirtió en actividad secundaria, para resituar la recogida de objetos usados como central (ropa, muebles, electrodomésticos, etc.). En esta última, los grupos han desarrollado una verdadera cualificación (recogida a domicilio, reparación, venta en bazares), con una fuerza colectiva y un volumen de actividad que acabó situándolos como actores respetables y socialmente útiles, plenamente integrados en los sectores de la recogida y el reciclaje. 

En Francia, por ejemplo, Emaús generó la creación de ramas profesionales de reciclaje (electrodomésticos, material electrónico, textil), combinando el valor económico con el social (contratación de personas en régimen de reinserción) y el ambiental. Además, los residuos que no se vuelven a introducir en el circuito del reciclaje se llevan a los centros de separación de residuos a cambio de una remuneración: de esta manera, Emaús es un actor reconocido de la prevención de los residuos mediante la reutilización y el reciclaje.  

En la India, el grupo Emaús Kudumbam ha desarrollado la fabricación de biogás a partir de residuos vegetales recogidos en los mercados. Con esta actividad económica, el grupo suministra energía a varias decenas de familias muy vulnerables, que pueden utilizarla por la mañana o por la noche para cocinar. Lo que empezó como un experimento acabó replicándose en veinte localidades. Kudumbam trabaja para introducir este sistema en otras localidades, con el fin de permitir a familias en situación precaria tener acceso a esta energía. 

En América Latina, la recogida de materiales y residuos es una actividad importante que da empleo a numerosas personas vulnerables. Esta función social y medioambiental recibe un reconocimiento creciente. En Brasil, cuando el grupo Emaús de Recife inició su actividad hace veinte años, era pionero en el sector, ya que la ciudad no contaba con ningún programa de recogida. Tres años más tarde, basándose en la experiencia de la comunidad, el ayuntamiento abrió otros tres lugares de recogida selectiva y financió seis camiones. Desde entonces, el grupo forma parte del consejo medioambiental que contribuye a orientar las políticas locales en materia de medio ambiente.  

El público se muestra sensible a esta acción de interés general: a pesar de la pandemia de Covid-19, las donaciones de objetos han aumentado, según constata Emaús Recife, que consigue cubrir los derechos sociales básicos de las compañeras y los compañeros e incluso puede permitirse contratar de vez en cuando. Hoy día, mientras que el grupo se limita a la recogida de objetos reciclables, la ciudad cuenta con tres grandes cooperativas de reciclaje de materiales, que dan empleo a hasta 2000 personas. Estos colectivos, que se han convertido en un sector económico propiamente dicho, han adquirido cierta capacidad de negociación. Así, han obtenido ayudas de las autoridades públicas (para adquirir carretas, equipo de protección, herramientas), pero también una garantía de aplicación de los principios fundamentales del derecho laboral. Para evitar ser llevada a juicio y dañar su imagen, la multinacional que compra palés de madera al grupo Emaús de Arujá, en la periferia de São Paulo, se decidió a pagar el precio justo para garantizar el cumplimiento de las normas de seguridad y del derecho laboral, con los debidos contratos